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Lavado verde de imagen

6 de junio de 2015

La agricultura sostenible según Unilever

Parece más sencillo desarrollar una gran campaña publicitaria que modificar un modelo que a transnacionales como Unilever les resulta enormemente rentable. El “Programa de Agricultura Sostenible” es una campaña de la marca Knorr, perteneciente a Unilever, en la que dicen que los ingredientes que emplean en la elaboración de sus productos se cultivan de una forma poco agresiva con el medioambiente. Sin embargo, por el contrario, las distintas marcas alimentarias de este grupo destacan por promover un modelo de alimentación globalizado y deslocalizado, basado en una agricultura industrializada y en ningún caso sostenible.


La agricultura sostenible según Unilever

Un anuncio, en el que se presenta el “Programa de Agricultura Sostenible” de Knorr, marca de productos precocinados, tiene formato de publirreportaje. Comienza con imágenes de diversas variedades de tomates, luego, en lo que parece una visita de consumidores a una fábrica, se desarrolla una cata de estos frutos. Mientras tanto, aparecen intercaladas imágenes de distintos cargos de la empresa que afirman cosas como “tenemos el compromiso de que el 100% de nuestras materias primas agrícolas provengan de fuentes sostenibles”, o “para una compañía como Unilever, la sostenibilidad forma parte del corazón de nuestro negocio”. El anuncio se completa con imágenes de la recolección del tomate y la afirmación de un chef de Knorr de que “actualmente la incorporación de verduras y hortalizas procedentes de agricultura sostenible, como pueden ser estos tomates de Badajoz, aportan a la receta y al producto final un mejor y mayor sabor”.

Según afirma la página web de Knorr, su objetivo es que todos sus vegetales, carnes y especias provengan de fuentes sostenibles para el año 2.020, teniendo previsto para 2015 que las 13 verduras y hortalizas principales procederán de estas fuentes. Sin embargo, poco especifican sobre qué significa para Knorr la procedencia de fuentes sostenibles, únicamente aportan ideas vagas sobre ello: “cultivar nuestros productos de manera sana, con tierra de buena calidad, con la cantidad justa de agua”, “reducir los residuos que se desechan en vertederos en un 50%” o “reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero de nuestros productos”. Ideas poco concretas, que sin duda, chocan con las expectativas que se puedan crear en quien vea el anuncio, que finaliza cuando sueltan un pájaro que echa a volar. Y es que hablar de productos sostenibles es una forma clásica de hacer creer al espectador que se trata de productos ecológicos sin serlo, pues en muchos casos se cree que son términos sinónimos. Sin embargo, el primero es un término ambiguo, que por el uso indiscriminado que se hace de él está perdiendo significado, mientras que el segundo corresponde a una forma de agricultura regulada por una normativa específica.

Dentro de la ambigüedad y la poca concreción de la información del “Programa de Agricultura Sostenible”, se afirma que “todos aquellos agricultores que están más avanzados en las prácticas agrícolas sostenibles forman parte de las Granjas de referencia de Knorr”. Sin embargo, únicamente mencionan dos explotaciones que suministran materias primas a la empresa, Daregal, en Francia y Agraz, en Extremadura, a la que identifica como “uno de los productores más importantes de tomate en España”.

Sin embargo, Agraz, según explica su página web, es un grupo empresarial implantado en todo el mundo, dedicado a la obtención de concentrado de tomate, tomate en polvo y en escamas, derivados que se usan en la fabricación de productos precocinados. Tiene fábricas en Estados Unidos, China y Badajoz, siendo esta última la principal proveedora para Knorr en toda Europa. Agraz es, por tanto, una empresa conservera a la que suministran tomate diversos agricultores de la zona, no podemos saber entonces a quién pertenece o dónde está “el primer campo de agricultura sostenible de tomates de Knorr en España” que muestra el anuncio. Y es que según vamos avanzando en la cadena de producción de Knorr, vamos descubriendo que el “Programa de Agricultura Sostenible”, destinado a mejorar la imagen de los productos de la marca, dándoles un carácter sano y saludable, está vacío en contenidos e incluye información vaga y engañosa.

En los criterios de sostenibilidad de Knorr parece no tenerse en cuenta las emisiones producidas por las múltiples transformaciones que sufren los ingredientes hasta la obtención del producto final o por los miles de kilómetros de transporte que recorren éstos, en lo que no deja de ser un modelo de producción deslocalizado. Otro dato que hace que nos cuestionemos la sostenibilidad de estos precocinados, es que diversos productos de Knorr están en la “lista roja” de transgénicos de Greenpeace [1].

Aparte, el “Programa de Agricultura Sostenible” indica, igualmente sin aportar datos, que Knorr esta reduciendo significativamente la sal, las grasas saturadas y el azúcar de sus productos. Sin embargo, nada dice del uso de aditivos, productos que utiliza de forma generalizada la marca, sin tener en cuentas las consecuencias que tienen sobre la salud [2]. También se han producido quejas sobre el etiquetado engañoso por parte de Knorr, en el caso concreto de la crema de bogavante, la OCU denunció que el producto únicamente contenía un 0,5% de concentrado de bogavante, mientras que el ingrediente principal era el camarón (5%) [3].

Parece claro que por más que se empeñe Knorr en mostrarnos sus productos como naturales, sanos [4] y sostenibles, éstos responden más a un modelo alimentario globalizado, deslocalizado, industrializado y unificador [5], que es impulsado por transnacionales como Unilever, con su multitud de marcas de alimentación. Con estrategias muy “alejadas de la tierra”, como la elaboración de productos a base de los mismos ingredientes (los más rentables) mediante procesos de producción hipertecnologizados, grandes compañías como Unilever han conseguido optimizar al máximo el rendimiento económico de la industria alimentaria.

Unilever nace en 1930, con la fusión de una compañía holandesa de margarina y un fabricante inglés de jabón. Hoy es una de las grandes transnacionales del planeta, según indican en su propia web “2.000 millones de veces al día en algún lugar del mundo, alguien utiliza productos” de alguna de sus marcas. Entre las más conocidas están, en alimentación, Frigo, Bertolli, Calvé, Findus, Flora, Hellmann’s, Knorr, Ligeresa, Lipton, Maizena, etc., en limpieza, Cif, Mimosín, etc. y en cosmética, Dove, Rexona, Signal, Axe [6], Timotei, etc.

Como es habitual, esta evolución sólo suele ser posible siguiendo un oscuro camino. Comienzan las críticas a Unilever por sus actuaciones en el continente africano, muy relacionadas con el colonialismo holandés y británico del continente. Allí, la empresa dedicó miles de hectáreas al cultivo de aceite de palma, desplazando a la población originaria y alterando los ecosistemas existentes [7]. A partir de ahí se les ha acusado, en lugares de todo el mundo, de violaciones de los derechos humanos y de producir grandes impactos sobre el medioambiente. Estos irían desde apoyar al régimen de apartheid de Sudáfrica [8], hasta contribuir a la destrucción de los bosques de Borneo, al abastecerse de aceite de palma de la empresa Filmar International [9], impedir la sindicación de trabajadores en una de sus fábricas en La India [10], así como de permitir condiciones muy precarias, discriminación de las mujeres y explotación infantil en sus filiales del mismo país [11], y también violaciones de derechos humanos en una fábrica de la transnacional en Pakistán [12]. No en vano, Unilever fue incluida por Klaus Werner y Hans Weiss en “El Libro Negro de las Marcas: El Lado Oscuro de las Empresas Globales”.

Unilever logró en 2014 un beneficio neto de 5.171 millones de euros, un 6,8% más que el año anterior [13]. Esta transnacional maneja más recursos económicos que muchos de los países de África, Asia y Oceanía y cumple un papel muy importante en los más influyentes lobbies empresarial en el ámbito de la Unión Europea.

La campaña de Unilever ha sido elegida como finalista en los Premios Sombra 2015 a la peor publicidad, organizados desde 2008 por Ecologistas en Acción. En ese caso, la organización ecologista destaca a Unilever por toda su trayectoria publicitaria.

Ecologistas en Acción    Comisión de consumo

Notas

[2Por ejemplo, según indica la propia web de Knorr, su sopa de pollo con fideos de sobre incluye los aditivos E-631, E-627, E-621, E-508, todos ellos considerados peligrosos para la salud. En el blog http://www.nomasaditivos.com se analiza el uso de aditivos en distintos productos precocinados, comparando entre distintas marcas, por ejemplo, en el caso de las pastillas de caldo de pollo, Knorr es una de las marcas que emplean sustancias más nocivas (http://www.nomasaditivos.com/2014/09/solo-una-marca-de-pastillas-de-caldo-de-html)

[3Campaña “¿Sabemos lo que comemos? de la OCU http://www.ocu.org/movilizate/sabemos-que-comemos

[4En esta reciente campaña de Knorr, el chef que supuestamente prepara sus productos elige personalmente las verduras de una pequeña huerta, incidiendo en dar una imagen más natural, e incluso personalizada, de sus productos industriales. https://www.youtube.com/watch?v=lWeHSSmT8B8 [Fecha de consulta: 21.05.2015]

[5Knorr ya fue premiada, en los Premios Sombra de 2.008, por una campaña con un mensaje similar. http://www.ecologistasenaccion.org/IMG/pdf_Premiados_Premios_Sombra_2008.pdf [Fecha de consulta: 21.05.2015]

[6Axe recibió en 2012 un Premio Sombra, en la categoría Florero por su anuncio “El fin del mundo” por el empleo de reclamos machistas y sexistas para vender sus desodorantes masculinos, dirigidos principalmente a jóvenes y adolescentes.http://www.ecologistasenaccion.org/IMG/pdf/premios_sombra-2012.pdf Esta estrategia publicitaria contrasta con la de Dove (también de Unilever) en la que apuestan por mostrar “cánones de belleza real”.

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