El teléfono móvil está cambiando nuestras vidas de una forma que quizás todavía no somos capaces de analizar. Hoy, la mitad de la población adulta tiene un smartphone y se estima que en 2020 lo tenga el 80%. Se han introducido en todos los aspectos de la vida cotidiana y los estadounidenses lo utilizan durante más de dos horas cada día: casi el 80% de los propietarios de teléfonos inteligentes leen sus mensajes o su correo a los 15 minutos de levantarse y aproximadamente el 10% admite haber utilizado el móvil durante sus relaciones sexuales.
Cada vez más personas sufren ansiedad en cuanto se ven, de repente, con las manos vacías, sin el que creen su centro integral de conexión a la sociedad. Y entre los jóvenes es un fenómeno que da miedo: el 31% de la población entre 18 y 26 años consulta su teléfono cada vez que tiene cinco minutos. Y es solo el comienzo.
Esta carta escrita por Marta Gimeno Mateo a El País (15/04/2015) resume como este aparato modifica todo nuestro espacio relacional, también en los bares:
"En este bar no hay wifi, hablen entre ustedes". Hasta este punto se ha llegado en algunos establecimientos. Ya se sabe: el grupo de amigos reunidos podrían haberse quedado en casa, y así al menos se habrían hablado por WhatsApp.La mecánica con el móvil es la siguiente: Twitter, WhatsApp, Instagram, Facebook y volvemos a empezar. Cada 10 minutos revisando, no sea que haya novedades. Es irónico: lo llaman mundo globalizado y cada vez somos más individualistas.
Te puedes comunicar con gente de cualquier país, compartir tus experiencias y conocer lugares nuevos, todo sin moverte de casa. El móvil nos controla, es la nueva adicción del siglo XXI. Los expertos han avisado y el miedo a estar sin el móvil ya tiene nombre, nomofobia, y se considera un trastorno. Esta enfermedad recientemente diagnosticada está alcanzando cifras récord. En España ya afecta al 53% de los usuarios de teléfonos móviles.
¿Y si un día fallara este invento divino? A lo mejor la gente hablaría en los bares.
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