En 1395 Bartomeu Borrell envió a Valencia una colcha de seda desde Sicilia. Su padre se había quedado en España cuidando de sus tres hijos mientras Bartomeu se ganaba la vida fuera de su patria. Ésta tenía un valor de 110 sueldos, lo que daría para que sus hijos fueran alimentados y vestidos. En 1435 el tejedor Miguel Morata ofreció en una subasta pública 212 sueldos por todos sus bienes, que habían sido puestos a disposición pública por orden de sus acreedores. Pujó y recuperó su patrimonio. Un año antes Vieri de Bardi, importante mercader florentino de telas y joyas, murió antes de entregar tres diamantes al hermano de Juan II, rey de Navarra. Se celebró una gran subasta donde se recuperaron con creces los 33.000 sueldos pagados de antemano por los diamantes.
Estas historias nos llegan gracias a documentos que acreditan que ya en los siglos XIV y XV en España existía un amplio mercado de bienes usados. En él tomaban parte personas de toda clase social, ya fuera participando en subastas públicas, pagando en especie, dejando prendas en préstamo o comerciando en el mercado negro. Todo tenía un precio, incluso lo más insignificante, y también un comprador dispuesto a pagarlo [1]. En una época en la que no existía la fabricación en serie y el consumo no tenía nada que ver con la forma capitalista de concebirlo, el valor de las cosas era mucho más elevado. Los objetos debían durar en el tiempo e incluso se llegaban a convertir en reliquias. Como en aquella escena de Pulp Fiction en la que el capitán Koons intenta transmitirle al pequeño Butch la gran importancia del reloj de su padre.
Hoy en día el sistema económico imperante es bastante distinto y las razones por las que los objetos de segunda mano vuelven a estar en auge son en su mayoría diferentes a las de hace siete siglos. Según un estudio del portal Segundamano.es, el contexto económico es una de los principales motivos por los cuales los usuarios acuden a este tipo de oferta de segunda mano. Algunos se acercan a esta opción en busca del ahorro económico a la hora de adquirir un producto, otros buscando liquidez deshaciéndose de lo que ya no necesitan. Existen otras razones, aunque de menos peso, para optar por los artículos de segunda mano: para iniciarse en una nueva afición, para encontrar objetos descatalogados, exclusivos o antiguos, para regalar o para renovar a menudo lo que más se utiliza.
Desde 2008 con el comienzo de la crisis, el número de usuarios en España se ha multiplicado por dos y la oferta de productos por cuatro. El gasto medio por persona es de 164 euros al año y aunque el 81% de los españoles compraron algo de segunda mano en 2014 y 6 de cada 10 acudieron a ella para regalar, parece que estas Navidades las previsiones de consumo de este tipo descienden con respecto a años anteriores según la consultora Deloitte. A pesar de ello, el sector sigue dando beneficios tanto a usuarios como a plataformas: Segundamano se transforma pasando a llamarse Vibbo con los objetivos de rejuvenecer la marca y llegar a un público más joven que se está llevando su competidor Wallapop, aumentar sus transacciones y hacerse con un trozo mayor del pastel del mercado publicitario online en España, pretendiendo que el grupo Schibsted al que pertenece alcance el tercer puesto tras Google y Facebook.
Motivaciones de compra
Las nuevas tecnologías como internet y los smartphones junto a las redes sociales también han propiciado el resurgir y éxito del mercado de la segunda mano. Los sistemas de reputación que generan confianza junto a la participación activa de los usuarios que en algunos casos llegan a crear comunidades concienciadas son las claves de los nuevos modelos de consumo colaborativo. No obstante las motivaciones de respeto al medioambiente y con impacto social aún no parecen ser las principales razones para sumarse a la segunda mano entre la mayoría de la población. Además de las tiendas a pie de calle y las plataformas online y en el móvil, existen otras opciones más comprometidas social y ecológicamente. Los mercadillos de trueque entre conocidos y vecinos fomentan el consumo de proximidad y van más allá del mero intercambio de objetos para establecer otro tipo de relaciones entre las personas. Las tiendas gratis, donde donar lo que no quieres y que se lo lleve quien tenga menester, favorecen la solidaridad y la reflexión sobre nuestras verdaderas necesidades. En un punto intermedio encontraríamos a ONGs y asociaciones de recuperación y reciclaje de prendas. AERESS, Asociación Española de Recuperadores de Economía Social y Solidaria engloba a asociaciones sin ánimo de lucro que se dedican a la recuperación del textil con fines sociales, reinsertando sociolaboralmente a personas en riesgo de exclusión. Sin embargo no todos los modelos funcionan. Las “tiendas de trueque” son un formato que mucha gente aún desconoce y no entiende, donde llevar tus objetos y cambiarlos por puntos para canjearlos por aquello que quieras llevarte. La única tienda de trueque de Madrid, Ábrete Sésamo, tuvo que cerrar hace unos meses por no ser sostenible, tras cambiar varias veces la forma de gestión permitiendo incluso convivir el dinero con el intercambio. La mayoría de la clientela no parecía comprender el concepto de canje no monetario y algunos incluso lo rechazaban. Tampoco otras iniciativas en las que no está presente el dinero parecen convencer todavía al gran público, como pueden ser las monedas sociales.
¿Es la segunda mano en España una nueva realidad o estamos frente al mismo perro con distinto collar?
Mientras tanto, los mercadillos y tiendas vintage siguen proliferando. Atrás quedó la época en la que recurrir a la segunda mano era cutre, marginal e incluso antisistema. A día de hoy incluso los bolsillos más ajustados puede alquilar prendas y complementos de lujo y si tu presupuesto te lo permite, adquirirlo. La segunda mano es tendencia e incluso las grandes marcas se han dado cuenta y lo aprovechan tanto para aumentar ingresos como para apuntarse otro tanto en responsabilidad social corporativa. Curiosamente, las categorías que más artículos mueven en el mercado de la segunda mano son la electrónica, los artículos de hogar, el ocio y el deporte y la moda, muchas de ellas plagadas de productos con una alta obsolescencia programada y/o baja calidad, sujetos a tendencias o con grandes posibilidades de abandono a medio-largo plazo.
Parece haber por tanto dos tendencias claramente diferenciadas. Una minoritaria que utiliza la segunda mano como alternativa de consumo con un concepto del ahorro enfocado a la eficiencia energética, con respeto por el medio ambiente y donde las relaciones tienen también un gran papel protagonista. Y otra corriente, la que la usa como un nuevo instrumento para continuar con el mismo modelo de desarrollo y crecimiento capitalista a un menor precio, donde no hay reflexión en torno al consumo ni cambio de paradigma.
¿Es por tanto la segunda mano en España una nueva realidad o estamos frente al mismo perro con distinto collar? ¿Es ésta una tendencia que ha venido para quedarse o con la mejora de la economía volverá a caer en el ostracismo a la que había estado relegada tantos años? ¿Estamos verdaderamente dispuestos a repensar nuestro consumo actual o queremos mantenerlo a los mismos niveles? ¿Seguiremos corriendo como hámsters en la rueda infinita del capitalismo individualista o tenderemos a formas de consumo más distribuidas, cooperativas y solidarias? Debemos empezar a recapacitar sobre el papel de la economía en nuestras vidas y recordar que las personas y la naturaleza son los que están en el centro y no a la inversa, volviendo a considerarla herramienta y no yugo. Eventos como el Black Friday, las Navidades o las rebajas nos indican que seguimos empeñados en acumular, crecer y tener en vez de repensar, reducir y decrecer. Y a día de hoy sigue siendo mucho más barato y fácil comprar que reutilizar, recuperar o donar. Si la dosis hace el veneno, la segunda mano puede convertirse en un gran aliado para el cambio de realidad económica o en una lacra más contra la que luchar en el modelo de desarrollo en el que vivimos.
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