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De lo que nadie habla en este impasse electoral es de las condiciones básicas de democracia, de las condiciones radicales para que un proceso electoral sea realmente democrático y no un negocio de compraventa de votos. El acto de depositar una papeleta en una urna no es en sí mismo democrático. ¿En qué condiciones se deposita la papeleta? Todos conocemos las condiciones técnicas: proporcionalidad, un censo, vigilancia en los colegios electorales, etc.
Pero hay otras condiciones estructurales de las que nadie habla, y mucho me temo que no es por ignorancia. La calidad del voto es tanto o más importante que la cantidad, de manera que un proceso electoral en el que todos los votos estuvieran comprados tendría apariencia de acto democrático pero no sería realmente democrático, aún cuando se cumplieran todas y cada una de las condiciones técnicas anteriores.
Aquello de que una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil es aplicable también a este caso. Una democracia es tan fuerte y tan grande como el más débil y más pequeño de sus dictadores. Un acto electoral es tan democrático como la última papeleta corrupta, comprada, vendida, cautiva… Y no hay mayor dictadura que la del capital, la del poder económico, la que intenta hacernos creer que vivimos en un sistema de ‘una persona, un voto’, cuando realmente sobrevivimos en una prisión de ‘un euro, un voto’.
Los estudios sobre procesos electorales en Estados Unidos demuestran una correlación positiva entre quien gana las elecciones y el dinero gastado en la campaña. En España me parece que no existen tales estudios o si los hay casi nadie los conoce. ¿Alguien duda de la ilegitimidad –aunque supuestamente ‘legal’– de un buen puñado de votos del PP sobrefinanciado en las campañas electorales? El dopaje electoral debiera ser una de esas lacras a combatir como condición estructural de la democracia.
A lo anterior, compra al por mayor de votantes, hay que sumarle la compra directa o al por menor de voluntades políticas, el voto cautivo, enchufando a un familiar, concediendo contratos, privilegios, prebendas a amigos y simpatizantes, todo ello bajo apariencia de legalidad, claro está. ¿Alguien duda de la ilegitimidad –aunque supuestamente ‘legal’– de otro buen puñado de votos del PP comprados bajo estas prácticas caciquiles? El caciquismo electoral debiera ser la otra gran lacra a combatir en aras de una verdadera democracia so pena de extender la mancha de un gobierno mafioso.
Mientras haya capitalismo no habrá libertad para la mayoría. La democracia estará como Caperucita, a merced del lobo
Resulta cínico que quienes reclaman en Cataluña la votación de todos los españoles, y no sólo de una parte, sobre el tema de la independencia, luego apliquen todos los mecanismos para cooptar el voto, para secuestrarlo, para negociar la compraventa de voluntades políticas. Las instituciones democráticas están en manos de antidemócratas que pretenden hacernos respirar como oxígeno puro y limpio el hedor fascista de sus cloacas ruines.
Mientras haya capitalismo no habrá libertad para la mayoría. La democracia estará como Caperucita, a merced del lobo. Contrarrestar esta verdad exige muchos marhuendas e indas por todos los platós de televisión, muchos rallo y díez pontificando sobre las pensiones y el libre mercado. La mentira debe repetirse tantas veces como sea necesario hasta convertirse en verdad.
¿Cómo es posible que la mayoría social de izquierdas no tenga su reflejo en el Parlamento? ¿Cómo de mal hemos de estar para que un partido que promueve medidas socialdemócratas –aquéllas que los ‘socialistas’ abandonaron hace mucho tiempo– sea tildado de extrema izquierda? ¿No será ya hora de llamar a las cosas por su nombre? El PPSOE es extrema derecha populista, C’s el engrase para que la bisagra PPSOE no haga ruidos tétricos. De ahí el interés por mostrar continuamente a los que mínimamente ven la gran mentira como a peligrosos radicales de extrema izquierda, terroristas, comunistas, etc.
Nadie vota a su verdugo o a su carcelero si no es bajo manipulación y/o coacción, directa o indirecta. De nada sirve dejar abierta la puerta de la celda si hay otras rejas que no se abrirán nunca. ¿Tiene sentido que los de abajo acaben votando masivamente a los que defienden los intereses de los de arriba? Por poco sentido común que queramos aplicar y por poco honestos que queramos ser ya sabemos para qué están los ricos metidos en política: Cambiarlo todo para que nada cambie (por ejemplo, las cacareadas medidas de C’s). Para ganar más, trabajando menos. Para ‘tocarse los huevos’, según palabras textuales de algún dirigente madrileño del PP.
En fin, si hacemos cuentas y eliminamos el porcentaje de votos de nula calidad democrática debido a prácticas de dopaje y caciquismo electoral resulta que el gobierno en funciones jamás habría tenido mayoría absoluta –de forma legal, limpia– ni se jactaría tanto de ‘ganar las elecciones’ y tendría que ser revocado de forma fulminante, y además con el sello de garantía judicial de estar doblemente imputado. Otro tanto le ocurriría al PSOE, por ejemplo, en Extremadura o en Andalucía.
La gente no es tonta y sabe que el negocio electoral debe acabar, de ahí que unas terceras elecciones sean tan temidas por la derecha mediática, porque quizá den al traste con el teatrillo democrático de las urnas. Todos sus esfuerzos y tertulias están dirigidos precisamente a atornillar la abstención y a que la gente siga cazando pokémons.
*Facultad de Empresa, Finanzas y Turismo. Universidad de Extremadura
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