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Cuentos econoplásticos

17 de abril de 2016
ECONOPLASTAS 

El cuento de la lechera

El cuento de la lechera

Iba alegre la lechera camino del mercado. Con paso vivo, sencilla y graciosa, sostenía sobre su cabeza un cántaro lleno de leche. Ese día se sentía realmente feliz y a medida que se iba acercando al pueblo, su dicha aumentaba. ¿Por qué? Porque la gentil lechera caminaba acompañada por sus pensamientos y con la imaginación veía muchas cosas hermosas para el futuro.

"Sí -pensaba- ahora llegaré al mercado y encontraré en seguida comprador para esta riquísima leche enriquecida con Omega3. Sin duda, han de pagármela a buen precio, que bien lo vale".

"En cuanto consiga el dinero, allí mismo compraré un canasto de huevos. Lo llevaré a mi cabaña y de ese montón de huevos, lograré sacar, ya hacia el verano, cien pollos por lo menos. ¡Ah, que feliz me siento de pensarlo solamente! Me rodearán esos cien pollos piando y piando y no dejaré que se le acerque zorra ni comadreja enemiga"

"Una vez que tenga mis cien pollos, volveré al mercado. Y entonces, entonces... los venderé para comprar un cerdo".

"Sí, un cerdo, no muy grande, un lechoncito rosado. ¡Ya me encargaré yo de cebarlo! Crecerá y se pondrá gordo, porque estará bien alimentado con bellotas y castañas. Será un cerdo enorme, con una barriga que ha de arrastrarse por el suelo. Yo lo conseguiré."

Siguió la lechera su camino, sonriendo ante la idea de ser dueña de tan robusto animal. ¿Qué haría? Lo pensó un instante. Y otra vez una sonrisa de felicidad iluminó su linda carita.

"Claro está. Ya sé lo que me conviene. Ese cerdo magnífico bien valdrá un buen dinero. ¡Con él me compraré una vaca! Y con las subvenciones que obtenga gracias a los contactos que tengo en la Diputación podré construir una granja sofisticada basada en la organización científica del trabajo en la que con los animales estabulados en pequeños recintos y enchufados a las máquinas de piensos, clembuteroles y antibióticos necesarios aumentaré la producción un 300%”.

Ya salía del pueblo y el torrente de pensamientos era imparable: “Y abriré una web en internet www.lagentillechera.com que hará aumentar las ventas. E invertiré en I+D para crear una aplicación del Iphone para ordeñar virtualmente a las vaquitas. El aumento de mi cuota de mercado me permitirá hacer uso de una posición dominante y comprar todas las otras empresas de la comarca...”

La lechera cruzaba el puente cada vez más excitada y más excitada: “Externalizaré la producción a China para ahorrar costes y me dedicaré solo a la parte financiera del negocio. Ejecutaré un cambio de deuda por obligaciones con una oferta general asociada, de forma que multiplicaré por 10 mi capital. Los derechos de mi cuota europea para la producción de lácteos de los 11 millones de cabezas de vacuno los transferiré mediante un intermediario a una empresa de las Islas Cayman que, en realidad, pertenece a una empresa offshore interpuesta con sede en Panamá…

Aprovechando la rapidez de la red realizaré una oferta de compra de otros 13 millones de vacas, utilizando para ello un crédito no vinculante que me ofrecerá una empresa de capital riesgo de Irlanda. Pero antes de hacer efectiva la compra, como la oferta hará aumentar el precio de las vacas 14 puntos en el mercado de Franckfurt, venderé a los 15 nanosegundos mi derecho de compra con un rendimiento en la operación del 16% antes de impuestos.

Y después de impuestos también porque mi empresa gracias a complejos instrumentos de contabilidad creativa e ingeniaría financiera conseguirá, a través de una SICAV que mueve 17 millones de € al año empleando solo a 18 personas, no pagar impuestos año tras año.

En el informe anual de la Junta de Accionistas decidiremos despedir al 19% de la plantilla si los beneficios solamente aumentan un 20% (21 millones de €); por debajo del 22% esperado. En esa misma reunión, como colofón a la magnífica gestión, se aprobará gratificar con 23 millones de euros a los Consejeros, subir un 24% el sueldo de los directivos y donar a una Fundación para la alimentación sana 25 mil euros.

Y eso sí, top secret, también se aprobará regalar 26 vacas a un europarlamentario de Bruselas para que se encargue de conseguir una nueva normativa que imponga 27 centilitros diarios de mi leche “La gentil lechera” por niño de manera obligatoria en los desayunos de los comedores escolares de todos los países europeos en la Europa de los 28".

Ya se imaginó la lechera correteando junto al resto de consejeros, ejecutivos, financieros y becarios de su empresa. Y al pensarlo, rió alegremente a tiempo que daba un salto. ¡Ay cuanta desdicha siguió a su alegría! Al dar el salto, cayó de su cabeza el cántaro que se rompió en mil pedazos.

La pobre lechera miró desolada cómo la tierra tragaba el blanco líquido. Ya no había leche, ni habría pollos, ni cerdo, ni vaca, ni cuentas en paraísos fiscales ni derivados financieros. Todas sus ilusiones se habían perdido para siempre, junto con el cántaro roto y la leche derramada en el camino.

"¡Me cago en la leche!"

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