Las claves del decreto de Wert: el injusto 3+2
El Consejo de Ministros aprobó el 30 de enero el decreto ley por el que se reestructura el modelo de enseñanza universitario. La regla, aprobada de manera unilateral por el Gobierno del PP, tiene implicaciones de ley, aunque ha sido debatida a puerta cerrada y con celeridad para que sea efectiva a partir del próximo mes de septiembre, con el inicio del nuevo curso.
Desde esa nueva perspectiva, los estudios superiores continúan con la fase de devaluación que ya comenzó con la implantación del sistema Bolonia y que terminó con las licenciaturas (cinco años) y diplomaturas (tres años) en favor de los actuales estudios de grado (4 años).
Con la nueva reforma, los cuatro años pasarán a tres. Tres años de estudio “básico” y “generalista”, según el texto del decreto. A todas luces, estos tres años no serán suficientes para que alumnos y alumnas adquieran la capacitación necesaria para el ejercicio de su futura profesión. La especialización habrá de realizarse máster mediante. Un máster que aumentará los tiempos de estudio en un año o dos, así como, obviamente, el precio de la matrícula.
Lo que cuesta un máster
El precio de matrícula de cada máster o grado viene determinado por el gobierno de cada comunidad autónoma, dentro de unos límites establecidos a nivel estatal. Hay estudios de máster que habilitan para el ejercicio de actividades profesionales reguladas, cuyo precio en primera matrícula es más bajo que el de los estudios de máster sobre materias específicas.
De media, la matrícula para estudios de máster universitario en España no suelen bajar de los 2.000 euros en primera matrícula. Hemos tomado como ejemplo el precio del crédito en la Universidad Complutense de Madrid, la Autónoma de Barcelona, la Universidad de Valencia y la Universidad de Sevilla. Si bien es cierto que varía en función del tipo de estudios, es posible establecer un coste medio. Para estudios de 60 créditos (un año), los precios medios, sin incluir gastos adicionales – que pueden elevar el coste de matriculación en unos 150 euros- como seguro escolar, gestión de matrícula y expediente o servicios específicos de apoyo son:
Aunque a priori el nuevo modelo universitario de 3+2 podría beneficiar a las clases más bajas al reducir los estudios universitarios en un año, la desigualdad se acentuará a la hora de competir en un injusto mercado laboral donde primarán aquellos estudiantes que hayan completado su formación. En una primera consideración, una carrera universitaria básica que hace diez años se estudiaba en cinco cursos, sin el complemento del máster quedará incompleta y reducida a poco más que una ampliación de los estudios de Bachillerato.
Con la entrada en vigor del plan Bolonia, en algunas titulaciones el estudio de un máster se convirtió en una obligación. Títulos que antes correspondían a ingenierías superiores, la abogacía, la procuradoría o la formación del profesorado para secundaria sólo pueden ejercerse ahora si previamente se ha estudiado un máster “habilitante”.
Faltan 45.000
Según el ministro de Educación, José Ignacio Wert, sólo un 20% de los alumnos universitarios optan por estudiar un máster que complemente su formación. Si tomamos como ciertos los datos que ofrece Wert, un 80% de los estudiantes no pasarán de los tres años del grado, lo que implica una importante reducción en el número de alumnos en las universidades del país, con una previsible dismininución del profesorado.
“Si sacaran matrículas de honor, no tendrían problemas para obtener becas”, afirmó el mismo Wert justificando la subida de la nota necesaria para acceder a una beca. También se permitió asegurar que “hay estudiantes que firman el examen en blanco y cobran la beca”, generalizando y haciendo gala una vez más de la lejanía de aquellos que dicen representarnos de una realidad social injusta que expulsa cada año del sistema universitario a estudiantes que no pueden afrontar el pago de las tasas universitarias sin ayudas estatales y saltando sin reparo ni vergüenza por encima de la igualdad de oportunidades. Es este ministro el rostro de una política universitaria que no tiene en cuenta la excelencia, la calidad ni la cultura del esfuerzo.
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